No es fácil saber si fue el azar quien, por su obrar ajeno a todo control, propició que el presente 2018 comenzara con dos tristes e idénticas noticias, casi simultáneas: el fallecimiento de los profesores Manuel Olivencia y Aurelio Menéndez. El Rincón de Commenda se unió al duelo de los mercantilistas españoles (y seguramente de muchos juristas fuera de nuestros fronteras) poniendo de relieve en apretada síntesis el valioso perfil de los queridos y admirados colegas tristemente desaparecidos. Es seguro, no obstante, que el recuerdo de su trayectoria académica y el ejemplo de su obra científica se prolongarán en el tiempo por la decidida voluntad de quienes los conocieron y desean seguir aprendiendo de ellos.
Esta circunstancia se sitúa en la base del hecho al que dedico el presente commendario y que, frente al imprevisto azar, o al inevitable destino, quiere erigir también por la voluntad o, quizá mejor, por el carácter (como diría el filósofo Dilthey) de sus autores un firme ejemplo de positiva realidad académica. Me refiero a la muy reciente publicación de un singular homenaje universitario, merecidamente tributado a los profesores Fernando Rodríguez Artigas y Gaudencio Esteban Velasco (Estudios sobre órganos de las sociedades de capital. Liber Amicorum Fernando Rodríguez Artigas y Gaudencio Esteban Velasco, dos volúmenes, Cizur Menor, Aranzadi, 2017), cuya coordinación ha corrido a cargo de los profesores Javier Juste y Cristóbal Espín.
No hay nada singular, desde luego, en el hecho de que se haya publicado esta obra, que da continuidad, por otra parte, a la venerable costumbre académica de honrar, mediante la recopilación de un conjunto de aportaciones científicas, el desempeño brillante y riguroso del oficio universitario. Tampoco merece dicho calificativo el que, en el presente caso, el homenaje se circunscriba a una materia específica, precisamente situada en el corazón del Derecho de sociedades, como es la relativa a los órganos de las sociedades de capital; a ella se ha dedicado una buena parte de la labor científica de los homenajeados, con destacadas aportaciones ampliamente divulgadas y sobre todo leídas, por lo que existe una estrecha conexión entre lo que han hecho los profesores Rodríguez Artigas y Esteban Velasco a lo largo de su vida académica y lo que ahora se les ofrece como muestra de reconocimiento por un amplio elenco de colegas y amigos.
La singularidad radica, no obstante, en el hecho de que por primera vez entre nosotros –al menos dentro de la no muy larga tradición en la materia de los mercantilistas- el homenaje se dedica con carácter simultáneo a dos profesores. Esta “bicefalia”, si vale el término, puede estar inspirada, desde luego, en la cercanía personal y científica de los homenajeados, y aunque no haya habido una circunstancia común que haya servido de formal elemento desencadenante, adquiere un relieve sobre el que bien merece la pena detenerse.
La inveterada afición a los escalafones, tan presente en la sociedad actual aunque parezca lo contrario, podría hacernos pensar en una bicefalia asimétrica o en una suerte de diarquía con posiciones desiguales de los principales actores, como sucede, al parecer, en el sistema constitucional francés, respecto del presidente de la República y su primer ministro. No es este el caso, si bien, como resulta notorio, el profesor Rodríguez Artigas accedió a la cátedra antes de que lo hiciera el profesor Esteban Velasco. Algo más, pero tampoco mucho, nos sirve el esquema de las “vidas paralelas”, a pesar de que, a diferencia de lo que tantas veces reflejó Plutarco en su conocida obra, no hay un “griego” frente a otro “romano” en esas trayectorias paralelas, sino que los protagonistas de este commendario han desarrollado su vida académica en un mismo ámbito institucional, la Universidad española, a la que han servido duradera y eficazmente, formando parte, incluso, durante los últimos años de su actividad, de un mismo departamento. No hay, por tanto, paralelismo, sino estricta correspondencia o, mejor aún, coincidencia, no sólo espiritual, sino también física y administrativa, como requiere la omnipresente burocrática que nos domina.
Por lo expuesto, y para aclarar con mayor nitidez el alcance del homenaje que nos ocupa, más adecuado será recordar a los cónsules de la República romana o, si preferimos la vertiente mitológica, traer a colación a Castor y Polux; esa dualidad, sin asomo de contradicción, se observa en los profesores Rodríguez Artigas y Esteban Velasco, y bien podríamos hablar de ellos, de acuerdo con la última reminiscencia, como los Dioscuros del Derecho de sociedades en nuestro país.
El espíritu que refleja esta peculiar caracterización brilla, según creo, en el homenaje al que me refiero, y los dos gruesos tomos en los que se ha venido a materializar contienen, tras la sintética referencia a los muchos méritos de los homenajeados, un amplio repertorio de trabajos relativo, sin perjuicio de las naturales excepciones, al estudio y al tratamiento de la diversa y variada problemática que caracteriza a los órganos de las sociedades de capital. No me parece pertinente referir aquí con detalle, como resultaría obligado en una auténtica reseña bibliográfíca, todos esos estudios; confío en que la benevolencia del lector salve esta omisión, seguramente inevitable si queremos respetar el sentido y la economía propios de El Rincón de Commenda, a pesar de que los autores, cuyo mérito se comprobará sin especial dificultad, queden marginados de las presentes líneas.
Sí es necesario decir, no obstante, que bajo esa expresión de amistad que se deduce de la consagrada fórmula Liber Amicorum, late un propósito (o quizá una técnica) sustancialmente semejante a la que es común cuando se considera, desde la vertiente jurídica, el proceder de los órganos de las sociedades de capital; me refiero a la colegialidad, en este caso más sentida que formalizada (como dijo en su día el maestro Girón), de la que se nutre, por otra parte, lo mejor y más perdurable de la institución universitaria.
No hace falta extenderse mucho más, aunque la materia lo permite, para expresar la satisfacción de que se haya realizado con éxito la empresa de honrar académicamente a los profesores Rodríguez Artigas y Esteban Velasco. Parece conveniente, con todo, reiterar aquí el título de este discreto commendario, por cuanto supone un claro síntoma de una realidad vitalmente positiva; el homenaje doble que hoy recordamos es, por ello, un motivo de júbilo, a la vez académico y personal, y se inserta, como un eslabón más, especialmente destacado, eso sí, en la cadena que une el pasado con el futuro, a través de un presente en el que las circunstancias de la vida, siempre ambivalentes, nos han de servir como estímulo para una más lograda continuidad.
José Miguel Embid Irujo