El reciente fallecimiento del profesor Justino Duque, catedrático de Derecho Mercantil en la Universidad de Valladolid, supone una pérdida extraordinaria para esta disciplina a la que había aportado un amplio conjunto de estudios científicos y en la que había desarrollado toda su actividad docente, igualmente amplia y dilatada. Discípulo del maestro Girón, el prof. Duque extendió su interés como mercantilista, y aun como jurista, en el completo sentido de la palabra, a un conjunto verdaderamente extenso de materias, mostrando en su tratamiento un rigor metodológico admirable. No es posible en una nota breve dar cuenta de todas sus publicaciones ni, del mismo modo, señalar el conjunto de actividades a las que se dedicó durante su fructífera trayectoria académica; porque siendo, como acabo de señalar, un relevante profesor de Derecho Mercantil, no limitó a este campo del saber su constante laboriosidad y su permanente curiosidad intelectual, desde luego debidas a su carácter, pero también a su condición estricta de universitario, uno de los rasgos que, a mi juicio, lo definían de manera más completa y certera.
Justino Duque nos deja un amplio legado científico en el ámbito particular del Derecho Mercantil, por su condición de cultivador eminente de las materias integrantes de su extenso contenido. Desde los fundamentos de la disciplina, hasta el Derecho marítimo, pasando por la ordenación del mercado, la delimitación y el régimen del empresario, las sociedades, los contratos y el régimen del concurso, ninguna institución mercantil le resultaba ajena. Y ello era así respecto de las que cabría denominar clásicas, a la luz de la evolución histórica de la materia, pero también en relación con los temas de vanguardia y de carácter fronterizo. Tal circunstancia resulta, por otra parte, fácil de observar a quien se acerque a su dilatada bibliografía, donde, del mismo modo, cabe apreciar algunas zonas predilectas, entre las que, a los efectos de este commendario, parece conveniente referirse al Derecho de sociedades. Ya desde su misma tesis doctoral, a propósito de la tutela de la minoría en el marco de la impugnación de los acuerdos de la Junta, se puso de manifiesto la singular afinidad del prof. Duque con los temas centrales del Derecho de sociedades. Al tiempo que se ocupaba de cuestiones tan relevantes y tan características de este sector de la disciplina, atraían su interés, como acabo de señalar, asuntos derivados inmediatamente de la evolución socio-económica, como el fenómeno de los grupos de empresas, susceptibles de alterar de manera profunda los fundamentos mismos del Derecho de sociedades e, incluso, de afectar a distintos sectores del Derecho Mercantil y materias vinculadas con la ordenación jurídica de las empresas.
Por su rigurosa formación jurídica, así como por la amplitud de sus conocimientos, el prof. Duque consiguió “colonizar” jurídicamente buena parte de estas materias, sirviendo los grupos, de nuevo, como el ejemplo más característico de esta labor. Para quien haya seguido, como es mi caso, sus múltiples publicaciones en dicho campo, el transcurso del tiempo permite apreciar con mayor nitidez la importante tarea desarrollada por el profesor que nos acaba de dejar. Su contribución a la comprensión de la figura, la delimitación de sus rasgos diferenciadores y el señalamiento de los principales problemas planteados, así como el mejor medio para resolverlos, son seguramente sus méritos principales; si, no obstante, quisiéramos condensar en una sola fórmula el valor de su aportación podría decirse que Justino Duque consiguió crear una suerte de lenguaje para referirse a un fenómeno, que, sin ser estrictamente nuevo, resultaba difícil de comprender desde las categorías y conceptos consolidados. No encuentro una frase más adecuada para expresar el relieve de su aportación.
El legado de un profesor universitario, con todo, no se mide exclusivamente por el conjunto y la calidad de sus publicaciones o, en su caso, por el volumen de clases impartidas o el número de alumnos que asistieron a ellas; hay una segunda vertiente para apreciar el valor de dicho legado y que constituye un auténtico banco de pruebas al respecto. Me refiero a lo que, sin demasiada precisión, podemos llamar “magisterio científico y académico”, es decir, la contribución del profesor a la continuidad del Alma Mater mediante la formación de nuevos profesores universitarios. En esta faceta, también la trayectoria de Justino Duque merece un sincero elogio, como se deduce, igualmente, de su curriculum, en el que luce una actividad –una vez más, amplia y dilatada- de dirección de tesis doctorales, de consejo permanente y riguroso sobre el “saber hacer” universitario y de orientación, en suma, sobre la mejor manera de convertirse en verdadero profesor. Mucho mejor que yo, en todo caso, podrían expresar y desarrollar estas ideas los numerosos discípulos del prof. Duque, cuya calidad y nítido perfil diferenciado dentro de la familia mercantilista son bien conocidos.
Por suerte, tuvo Justino Duque a lo largo de su vida universitaria distinciones y reconocimientos. Pudo ver la actividad académica desde la atalaya privilegiada del Rectorado de la Universidad de Valladolid, a la que le llevó el apoyo de todos los estamentos universitarios, y recibió hace no demasiados años el aplauso de su Comunidad gracias a la concesión del premio de Castilla y León en el ámbito de las Ciencias sociales. Todo ello no hace sino reforzar la imagen del gran jurista y profesor que hemos perdido. Descanse en paz.
José Miguel Embid Irujo